martes, 27 de julio de 2010

WASSABI

Es alegre. Me gusta trabajar con ella. Ríe todo el tiempo o sonríe desde un sitio que yo desconozco, desde un sitio de una felicidad absoluta, desde la autoconfianza y el riesgo. Parece una niña, si acaso una pre-adolescente, no sé cual será su verdadera edad, a decir verdad no me importa.

Cuando viene a visitarme se pone una cinta verde en el pelo, del color del wassabi, Regularmente lleva balerinas y vestidos coloridos e infantiles de manga larga, tiene un flequillo recto y largo que le cae sobre los ojos: dos centellas con demasiadas ojeras..

Esta tarde esta especialmente feliz y me dice que ha aprendido una palabra nueva para decir alegría. Posa la lengua levemente sobre los parietales y pronuncia: ledicia Le digo que es una palabra bonita que describe perfectamente la sensación de alegría.

Se desnuda y yo la conduzco a la sala de baño, le preparado una bañera con agua insoportablemente caliente y con esencias de vainilla, musgo y canela. Hay un guante de crin para que se exfolie y la piel quede lista y receptiva para la sesión de hoy.

La escucho quejarse y cantar dentro del agua hirviendo. Le digo que tiene que ducharse a conciencia, que no quiero una sola queja más porque sino tendré que amordazarla. Ella obedece y se barre la piel con el guante hasta que ésta alcanza un color rojo encendido y reluciente.

Yo he preparado té y la espero. Sirvo el té en una pequeña taza que le ofrezco. Sobre la mesa hay siete platos negros y pequeños con distintas cantidades de wassabi. Ella se recuesta sobre la mesa y dispongo los platos a su derredor. Me observa y sonríe. Me unto el dedo índice con una pequeña cantidad de pasta verde. Le cuento un secreto y le introduzco el dedo en el oído izquierdo, ella grita y ríe. La siguiente porción la introduzco en el cielo de su boca, ella se estremece. Lo siguiente es el ombligo, después el sexo, las fosas nasales, el ano y al final le delineo los ojos delicadamente.

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