Heráclito lloraba cada vez que hablaba en público, Demócrito hacia lo inverso y se dice que su risa inundaba el espacio y llegaba a las fibras de la audiencia, hacia música y daño. No hago lo que ellos, ambas cosas me parecen innecesarias, mi profesión me exime de hablar, sólo construyo caminos de sangre y flores que se abren sobre las espaldas. Nunca recibiría dinero por construir daño con lenguaje.
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