martes, 27 de julio de 2010

Storytelling

Decidí trabajar porque me había convertido en una adicta. Estaba completamente enamorada, aún hoy sigo estando enamorada y el recuerdo de sus superficies me vuelca y me desborda las arterias y el sexo. Recuerdo perfectamente el frío de su porcelana, los contornos de sus paredes, el aroma de los inciensos y los aceites en aquella bañera. Recuerdo mi cuerpo frontándose contra las paredes marmóreas e impolutas, la fuente entre mis muslos. Nunca me había corrido así, me enamoré, decididamente me enamoré de aquella pared, de aquella columna del baño de la suite presidencial de un hotel en París. Mi vida (sexual) dependía de ella. No podía sentir aquello sino era frotándome en horcajadas contra ella. Mi adicción, mi enamoramiento, volver al sitio de mi placer me costaba 700 euros por semana.

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